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En 1985, instrumentos a bordo del satélite Nimbus 7 de la NASA confirmaron lo que científicos en tierra acababan de descubrir: el ozono, un gas en la atmósfera que bloquea los rayos ultravioletas provenientes del Sol, se estaba agotando. Desde el espacio, se pudo ver que el adelgazamiento severo de la capa de ozono estaba ocurriendo en todo el continente antártico. Se comenzó a hablar del célebre agujero de ozono.
Más observaciones terrestres y aéreas realizadas por la NASA fueron vitales para ayudar a entender que la causa de este agotamiento eran ciertos productos químicos liberados a la atmósfera por los seres humanos. Tres años después del hallazgo, nacía el Protocolo de Montreal, mediante el cual las naciones participantes acordaron restringir el uso de esos productos.
En 2018, la NASA dio a conocer una buena noticia: nuevos datos demostraban que las medidas estaban funcionando y que los niveles de ozono se estaban recuperando. La protección de la capa de ozono ha evitado que el planeta se caliente 0,85 grados Celsius adicionales, y a proteger la vegetación de la Tierra.
Además de subrayar la gravedad del clima cambiante, el caso del agujero de ozono puso en evidencia que la tecnología satelital de la NASA es crucial para estudiar el riesgo al que se enfrenta la humanidad. Las observaciones desde el espacio impulsaron medidas de acción concretas que se tradujeron en resultados tangibles años después.
Observar para proteger
Durante décadas, decenas de satélites de la NASA han observado la Tierra, el mundo que la humanidad más ha estudiado. La observación de nuestro planeta natal es parte fundamental del ADN de la NASA. Después de todo, es el único mundo habitable que conocemos. Y entender la Tierra es vital para poder protegerla.
Nuestro entendimiento del cambio climático “es en gran parte gracias a la capacidad de observar estos cambios a gran escala por décadas, gracias a los satélites”, dice Laura Delgado López, analista de política pública en la Oficina de Tecnología, Política y Estrategia en la sede de la NASA en Washington, D.C.
La puertorriqueña destaca las misiones del programa Landsat, una serie de satélites de la NASA y el Servicio Geológico de los Estados Unidos que acaba de cumplir medio siglo. Los satélites Landsat -el más reciente, Landsat 9, se lanzó en septiembre de 2021- ayudan a proporcionar a sus usuarios en todo el mundo información esencial sobre la salud de los cultivos, el uso de la irrigación, la calidad del agua, la gravedad de los incendios forestales, la deforestación, el retroceso glacial, la expansión urbana y más.
“Es muy curioso porque si tú le preguntas a chiquillos o a la persona normal qué hace la NASA, te van a decir ponen rovers en Marte o estudian galaxias lejanas”, dice Laura Lorenzoni, científica de programa en el programa de Biología Oceánica y Biogeoquímica de la sede de la agencia en Washington, D.C. La venezolana comenta que “poca gente se da cuenta de que la NASA tiene un programa extremadamente robusto de ciencias de la tierra”.
La agencia observa y estudia nuestro planeta desde adentro -por agua y por aire- y desde afuera, con satélites que brindan una perspectiva única de nuestro mundo. Desde el espacio, se tiene una vista privilegiada del planeta; desde la atmósfera, la tierra, océanos y otros cuerpos de agua, hasta volcanes, hielo, nieve, incendios y huracanes.
Con la observación satelital como la columna vertebral de su exploración de la Tierra, la NASA estudia nuestro planeta como un sistema integrado, en donde todos los subsistemas están conectados entre sí, y donde el cambio en uno afecta a otros. Por ejemplo, cómo el derretimiento del hielo terrestre (en los polos y alta montaña) hace a las comunidades costeras bajas más vulnerables a inundaciones al aumentar el nivel del mar.
Estudiar el planeta a gran escala desde el espacio, y de manera sostenida en el tiempo, ayuda a los científicos a entender qué cambios están teniendo lugar en nuestro planeta, qué tan rápido están sucediendo, e incluso qué los está causando. Tras años de observar la Tierra, nuestra atmósfera y la actividad solar, la NASA continúa liderando nuestro entendimiento del cambio climático.
Ciencia abierta
Además, esos datos están disponibles a quien quiera acceder a ellos. La agencia trabaja con las partes interesadas y los responsables de la toma de decisiones para determinar qué datos pueden utilizar para hacer frente a los impactos más significativos del cambio climático, especialmente en las comunidades vulnerables y marginadas.
Detrás de los satélites de observación terrestre hay un equipo diverso de científicos en tierra, que se encargan de calibrar sus instrumentos de medición, y de interpretar los datos que recogen. Por ejemplo, la doctora Marangelly Fuentes, quien investiga huracanes desde el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland, para poder predecirlos mejor. “Como puertorriqueña, es extremadamente importante trabajar para una agencia donde yo pueda contribuir a la producción de más datos para salvar muchas vidas en el área del Atlántico”, dice la científica.
Hoy, la NASA está desarrollando una nueva generación de satélites, apodada Observatorio del Sistema Terrestre, que seguirán guiando sus esfuerzos relacionados con el cambio climático, la mitigación de desastres naturales, el combate de incendios forestales, y la mejora de los procesos agrícolas en tiempo real. Estos satélites se complementarán entre sí para crear una vista en 3D de la Tierra y seguir profundizando nuestro conocimiento sobre ella.
Otros mundos
La exploración de la Tierra y la exploración espacial van de la mano. “Es fundamental entender qué es lo que tenemos aquí en este planeta para poder extrapolar qué posiblemente pudiera haber en otros lados”, dice Lorenzoni, quien estudia los océanos para ayudar a responder preguntas urgentes, como qué va a pasar con el ciclo del carbono a medida que aumente el dióxido de carbono en la atmósfera y los mares se calienten.
A su vez, explorar otros mundos del sistema solar con telescopios, orbitadores, sondas, rovers y, más adelante, seres humanos, también nos ayuda a hacer predicciones sobre el futuro de nuestro planeta. Enviar astronautas a la superficie de otro planeta nos ayudará a reconstruir detalles del clima de la Tierra y su historia geológica. Y esa información nos ayudará a tener una visión más clara de lo que vendrá.
Por Noelia González
Centro de Vuelo Espacial Goddard en Greenbelt, Maryland