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Lo único que la meteoróloga Dra. Marangelly Fuentes le pidió a su padre antes de que el huracán María azotara Puerto Rico en septiembre de 2017 fue que tratara de comunicarse con ella apenas pudiera. “Necesito saber que ustedes están bien”, le dijo, anticipando que las redes de comunicaciones en la isla caerían.
Veinticuatro horas después de perder contacto con su familia la madrugada de la llegada del huracán, Fuentes seguía en su oficina en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland, donde había estado monitoreando la gestación y desarrollo del huracán que golpeó su pueblo natal Naranjito con categoría 4. Esperaba con ansias oír la voz de su padre. “Parecía una zombi porque no había dormido, y de tanto llorar”, recuerda Fuentes, directora adjunta para el contrato Hidrosfera, Biosfera, Geofísica de la NASA.
Cumpliendo su promesa, apenas le fue posible su padre salió de casa rumbo a una de las montañas cercanas, abriéndose camino cuesta arriba con un machete. Hasta que pudo conseguir un poco de señal. El celular sonó y Fuentes escuchó con alivio: “Estamos vivos”.
Cuatro años más tarde, en plena temporada de huracanes en el Atlántico 2021, la científica recuerda el evento de destrucción con dolor. María, que dejó a Puerto Rico sin electricidad ni agua potable durante meses, dejó una huella en Fuentes, quien de niña decidió estudiar meteorología para ayudar a comunidades como las suyas frente a los desastres naturales que acarrea el clima tropical. “Como puertorriqueña”, explica, “es extremadamente importante trabajar para una agencia donde yo pueda contribuir a la producción de más datos para salvar muchas vidas en el área del Atlántico”. Ahora, con su trabajo de investigación en huracanes, Fuentes está ayudando a poder predecirlos mejor.
La NASA contribuye al campo de la meteorología tropical produciendo datos científicos que obtiene a partir de instrumentos a bordo de satélites, como los de la red internacional de satélites Medición de precipitación global o GPM en inglés. Trabajando con sus socios de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por su acrónimo en inglés), entre otros, la NASA ayuda a las comunidades a enfrentar los huracanes cada año. Mira en el siguiente video más sobre cómo la agencia los estudia.
Fuentes vivió su primer huracán mayor, Hugo, en 1989. Desde la casa de su abuela, observó cómo el viento arrancaba el techo de su hogar. Tenía ocho años. “Y eso no me impactó más que ver lo que era un sistema tropical: los vientos moviéndose en diferentes direcciones, la lluvia diagonal moviéndose en diferentes direcciones”, recuerda. El evento marcó el rumbo de su vida profesional. “¿Qué puedo hacer yo?”, se decía, preguntándose qué hubiera pasado si las personas que perdieron todo en esa ocasión hubieran sabido antes que debían prepararse.
En la NASA, Fuentes también fue investigadora supervisora de la Oficina de Modelaje Global y Asimilación, donde trabajaba con un modelo experimental, modificando las ecuaciones físicas para intentar lograr una mejor predicción. Tener la capacidad de predecir no solo la trayectoria de un huracán sino también su intensidad -un desafío en el que los científicos se enfocan hoy en día- beneficia a las comunidades, en primer lugar, dándoles más tiempo para que se preparen. Cuanto mejor sea la predicción, la gente del área que será afectada tiene más tiempo para hacer compras de primera necesidad, tapar las ventanas de su hogar, incluso evacuar si es necesario. “Eso es lo que día a día nos lleva a nosotros a trabajar tan fuerte: el ayudar a la población”, dice la científica.
Construyendo resiliencia
Hacer ciencia para ayudar a las comunidades y fortalecerlas frente a desastres futuros también es el foco del Programa de Desastres de la NASA.
A través de observaciones de la Tierra desde el espacio e investigación aplicada el programa abarca todo el ciclo de desastres: desde la identificación de las amenazas, mitigación de los impactos y preparación para el evento, hasta la respuesta y la fase de recuperación. El conocimiento que esto genera permite crear resiliencia en las comunidades, dice Ricardo Quiroga, coordinador de Programa de Desastres para las Américas, que incluye toda Latinoamérica y el Caribe.
Quiroga trabaja de cerca con los diferentes países de la región donde los datos de la NASA pueden ser fundamentales a la hora de tomar decisiones respecto a un desastre natural como los huracanes. Explica que su rol es ser “una especie de puente” que une los datos, los modelos y los expertos de la NASA con las agencias de reducción de riesgos de otros países.
El programa también conecta a nuestros científicos con universidades, embajadas y otros investigadores de Latinoamérica para cooperar en la reducción de riesgos de desastres. Apoya el desarrollo del marco de Sendai, un documento adoptado por países miembros de la ONU en 2015 que establece prioridades para la acción frente a los diferentes riesgos. La NASA provee una visión global única a más de 14 mil municipios en toda América Latina que enfrentan, por ejemplo, el reto de hacer ordenamiento territorial con base en los factores de riesgo y adaptación al cambio climático.
El Programa de Desastres no lleva a cabo operaciones de respuesta, sino que asesora y está en diálogo permanente con las agencias que sí atienden la emergencia. Durante la temporada de huracanes, el equipo de Quiroga está atento: “Tratamos de identificar en dónde podemos intervenir para que el aporte sea valioso y único, sin duplicar esfuerzos ni reemplazar la acción de otras agencias”, explica Quiroga.
“La visión regional es importante para tomar esas decisiones”, agrega, y comparte el ejemplo del Fideicomiso de Ciencias, Tecnología e Investigación de Puerto Rico, una organización que en parte se enfoca en la resiliencia de los negocios después de un desastre. Así, ante el problema de la disponibilidad de agua después de un huracán se prevé disponer de tanques de agua y ante el asilamiento que genera la interrupción del internet y la telefonía, se plantean soluciones para mejorar la conectividad, el reforzamiento o cambio de la infraestructura eléctrica.
Los productos del Programa de Desastres están disponibles de forma pública a usuarios de todo el mundo. En el contexto de la temporada de huracanes en Centroamérica, Quiroga destaca el Modelo global de conocimiento situacional de deslizamientos (LHASA, por su acrónimo en inglés) de la NASA que encuentra peligros de deslizamientos de tierra casi en tiempo real durante lluvias fuertes. La herramienta de aprendizaje automático también está diseñada para mejorar las estimaciones de patrones a largo plazo.
Además de herramientas de predicción, el Programa de Desastres cuenta con un tablero de desastres (en inglés) de monitoreo de variables en tiempo casi real, como lluvia, vientos, humedad del suelo, y trayectoria de ciclones tropicales.
Más allá del huracán
Las dos temporadas de huracanes más recientes han tenido un desafío extra: la pandemia por COVID-19, que ha impactado todas las funciones de los sistema sociales, ambientales y económicos del mundo.
Y para entender el riesgo sistémico de los desastres, explica Quiroga, es necesario un enfoque que tenga en cuenta varias amenazas al mimo tiempo, así como la relación entre ellas que pueden generar efectos en cascada. “Si miras las amenazas por separado, caes en el sesgo de no comprender el riesgo en su dimensión holística”, dice. Señala que en un gran desastre todo se ve afectado: “las casas, las personas, la infraestructura crítica (como aeropuertos, hospitales, escuelas, edificios de gobierno, carreteras) y la economía; el empleo, el comercio, las líneas de suministro de víveres y de servicios públicos”.
El coordinador comenta que trabajar con más de 30 países en las Américas tan diferentes entre sí es un reto, pero los últimos años han mostrado que todos ellos son vulnerables a los efectos de los desastres: “Entonces la voluntad de cooperar se sobrepone a las diferencias políticas y culturales”.
Por Noelia González
Centro de Vuelo Espacial Goddard en Greenbelt, Maryland