La ciencia está hecha de granitos de arena y tú puedes aportar el tuyo desde cualquiera sea tu rincón del mundo.
Basta con que tengas un celular o una computadora con conexión a internet para embarcarte en una aventura científica. ¿Te imaginas haciendo un descubrimiento pionero en el cosmos? ¿Quieres ayudar a resolver problemas que mejoren la vida en nuestro planeta? ¿O tal vez sueñas con colaborar para resolver un antiguo misterio del universo? Todo esto, y más, es posible a través del programa de Ciencia Ciudadana de la NASA.
La NASA clasifica como ciencia ciudadana, o ciencia participativa, a los “proyectos científicos que dependen de voluntarios”, dice el Dr. Marc Kuchner, astrofísico y director del programa en la Dirección de Misiones Científicas de la agencia en Washington D. C.
Durante las últimas décadas, voluntarios ayudan a investigadores de la NASA en sus diferentes campos de estudio y de distintas maneras, según el proyecto. Pueden colaborar realizando mediciones, clasificando datos de misiones de la agencia, ayudando a la humanidad a ahondar en nuestro conocimiento del universo y de nuestro planeta natal… ¡todo cuenta!
“Así es la ciencia: es colaborativa”, dice Kuchner, quien supervisa el abanico de más de 30 proyectos de ciencia ciudadana que ofrece el programa. “Conecto al público y a los científicos para que la NASA haga más ciencia”.

Un menú de proyectos para todos los gustos
Los científicos ciudadanos pueden ser de cualquier parte del globo, y no se limitan a los ciudadanos o residentes de Estados Unidos. Los voluntarios ayudan a la NASA en la búsqueda de planetas en otros sistemas solares, llamados exoplanetas; a clasificar nubes en nuestro cielo, a observar eclipses solares; o detectar cometas y asteroides. ¡Algunas de estas rocas espaciales incluso son nombradas en honor a voluntarios!
La participación masiva es clave en iniciativas que requieren la mayor cantidad posible de ojos humanos. “Hay proyectos científicos que no puedes hacer sin la ayuda de un gran equipo”, dice Kuchner. Por ejemplo, aquellos que necesitan grandes conjuntos de datos de telescopios espaciales. O “cosas que son físicamente grandes y se precisa gente en diferentes esquinas mirando desde diferentes ángulos”, dice.
Cita el ejemplo de Aurorasaurus, que invita a observar y clasificar auroras boreales y australes. “Tratamos de estudiarlas con satélites, pero realmente ayuda tener gente en tierra tomando fotos en todos los diferentes lugares y momentos”, explica.
“Parte de la forma en que servimos a nuestro país, y a la humanidad, es compartiendo no solo las bonitas imágenes que captan nuestros satélites, sino toda la experiencia de la ciencia”, dice Kuchner. Más de tres millones de personas participan en este programa, lo que demuestra, a su entender, que la gente quiere formar parte de lo que él denomina la “montaña rusa” de la ciencia: “Quieren vivir esa aventura con nosotros y estamos encantados de contar con ellos”.
El sueño de descubrir
“Puede uno ayudar a los científicos que hoy en día están en NASA y en otras organizaciones en todo el mundo a descubrir cosas interesantes”, dice el científico ciudadano y comunicador de ciencia Faber Burgos desde Colombia. “La verdad, siempre he soñado con hacer historia”.

Desde hace cuatro años, Burgos participa en dos proyectos: la Colaboración Internacional para la Búsqueda Astronómica (IASC, por sus siglas en inglés), que indaga el firmamento en busca de asteroides potencialmente peligrosos, y Mundos del patio trasero: Planeta 9 (Backyard Worlds: Planet 9). Este último utiliza datos de la ya concluida misión Explorador de Sondeo Infrarrojos de Campo Amplio (WISE, por sus siglas en inglés) de la NASA para buscar enanas marrones y un hipotético noveno planeta.
“Hay participantes realmente increíbles en este proyecto”, dice Kuchner, quien ayudó a lanzarlo en 2015. Las misiones WISE y NEOWISE de la NASA detectaron unos dos mil millones de fuentes en el cielo. “Así que la pregunta es: entre esas muchas fuentes, ¿hay alguna nueva desconocida?”, explica.
El proyecto ya ha encontrado más de cuatro mil enanas marrones. Estos objetos del tamaño de Júpiter son bolas de gas similares a planetas, demasiado pequeñas para ser estrellas. Los voluntarios también han ayudado a descubrir un nuevo tipo de enana marrón.
Pero los participantes de este proyecto también guardan esperanza de encontrar un hipotético noveno planeta del tamaño de Neptuno, en una órbita mucho más allá de Plutón.

Burgos explica que las imágenes se pueden analizar fácilmente. “Si es un objeto en movimiento, pues evidentemente va a ser algo de interés”, dice. “Por lo general, cuando uno ve estas imágenes todo está quieto, pero si hay un objeto moviéndose, hay que poner ojo”. Una vez un científico ciudadano marca el objeto en toda la secuencia de imágenes, envía esa información a científicos de la NASA para la evalúen.
“Como ciudadano científico me siento feliz de poner mi granito de arena y de ojalá algún día descubrir algo muy interesante”, dice. “Es lo bonito de NASA: que invita a todo el mundo a ser científico… Acá no importa qué sea usted, sino sus ganas de aprender”.
El primer paso
Para convertirse en científico ciudadano de la NASA, se puede comenzar por visitar la página web del programa. Allí está la lista completa de proyectos disponibles con enlaces a sus respectivos sitios (algunos están disponibles en español y otros idiomas). Muchos de ellos también están en la plataforma Zooniverse, disponible desde 2006.
“Otra buena manera de participar es asistir a uno de nuestros eventos en vivo”, dice Kuchner. Estos son eventos virtuales y abiertos al público donde científicos de la NASA muestran sus proyectos y animan a la gente a sumarse. “Elige un proyecto que te guste y, si no te divierte, elige otro diferente”, aconseja. “Se pueden entablar relaciones maravillosas si te acercas a los científicos y a los demás participantes”.

La edad no es el límite
Personas de todas las edades pueden ser científicas ciudadanas. Algunos proyectos son aptos para niños, como Nemo-Net, un juego para iPad que invita a colorear arrecifes de coral para ayudar a clasificarlos. “Me gustaría animar a los jóvenes a empezar allí, o [a atreverse con otro proyecto] con una de las personas mayores en su vida”, dice Kuchner.
La ciencia ciudadana también puede formar parte del aula. En el proyecto Cultivar más allá de la Tierra (Growing Beyond Earth), profesores y estudiantes realizan experimentos sobre el cultivo de plantas en el espacio, para misiones futuras.
De forma similar, el proyecto IASC también trabaja con institutos de secundaria en la detección de asteroides.
Proyectos por la comunidad, para la comunidad
GLOBE Observer es otra iniciativa con una red internacional de docentes y estudiantes. La plataforma ofrece una variedad de proyectos, muchos de ellos en español, que piden a la gente tomar datos con sus teléfonos móviles.
Entre los más populares hoy está Mapeador de hábitats de mosquitos de GLOBE (GLOBE Mosquito Habitat Mapper), que rastrea la migración y propagación de mosquitos portadores de enfermedades. “Es una forma de contribuir a salvar vidas humanas: rastreando los vectores que transmiten la malaria y el Zika, entre otros”, dice Kuchner.
Otras iniciativas observan desde la cobertura del suelo a los tipos de nubes, o aprovechan fenómenos astronómicos accesibles a todos: por ejemplo, durante el eclipse solar total de 2024, los participantes midieron la temperatura del aire con sus celulares y compartieron los datos con científicos de la NASA.
Toda la experiencia de hacer ciencia
No se necesitan estudios previos, pero muchos voluntarios terminan colaborando —o incluso liderando— investigaciones científicas. Más de 500 científicos ciudadanos de la NASA han sido coautores de publicaciones científicas.
Entre ellos está Hugo Durantini Luca, de Córdoba, Argentina, quien ha participado en 17 artículos científicos (con más en camino). Durante años “picoteó” proyectos de ciencia en busca de uno con el que pudiera colaborar activamente. Participó del primer proyecto de ciencia ciudadana de la NASA, Stardust at home, que invita a buscar partículas de polvo interestelar en colectores de la misión Stardust, usando un microscopio virtual.

Hasta que en 2014 dio con Detective de discos (Disk Detective), un proyecto que busca discos alrededor de estrellas, donde se forman planetas. Al observar estos discos, a través de imágenes de las misiones WISE y NEOWISE de la NASA, los participantes pueden ayudar a entender cómo nacen los mundos y evolucionan los sistemas solares. “Y, de paso, si encontramos planetas o algún indicio de vida, mejor”, dice Durantini Luca.
Aunque eso sigue siendo un sueño, han hecho otros hallazgos, como un nuevo tipo de disco estelar llamado disco de Peter Pan, por parecer joven, aunque la estrella no lo es.
Ciencia en persona
En 2016, Durantini Luca tuvo la oportunidad de contribuir al proyecto de Disk Detective con sus propias observaciones de una estrella cercana desde el hemisferio sur. Viajó al Complejo Astronómico El Leoncito (CASLEO), un observatorio en San Juan, Argentina. Allí, aprendió a usar un espectrógrafo, un instrumento que desmenuza la luz estelar para analizar su composición.
Atesora esta experiencia, que le permitió estrenar una nueva habilidad: “Curiosamente, fue la primera vez en mi vida que usé un telescopio”, cuenta.
A través de eventos en persona y virtuales, los científicos ciudadanos también construyen comunidades. Se mantienen en contacto semanalmente por diversos canales. “Hay varios que somos amigos ya, después de tantos años de chistes malos en las llamadas”, dice Durantini Luca.
“La gente me envía fotografías de cómo se conocieron”, comenta Kuchner, quien ha experimentado el impacto del programa en su propia carrera, transformado su manera de hacer ciencia: “Ha cambiado mi vida”, afirma. “La ciencia ya es genial… y esto hace que sea aún más genial”.
Por Noelia González
Centro de Vuelo Espacial Goddard, Greenbelt, MD