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Después de la misión: lecciones de la NASA para salir del aislamiento

La puertorriqueña Yajaira Sierra-Sastre, del Centro de Investigación Glenn de la NASA en Cleveland, Ohio, junto al domo que fue su hogar durante cuatro meses. En 2013, Sierra-Sastre participó de una misión simulada en Marte del programa HI-SEAS, financiado por la NASA. Créditos: Dra. Sian Proctor.
La puertorriqueña Yajaira Sierra Sastre, del Centro de Investigación Glenn de la NASA en Cleveland, Ohio, junto al domo que fue su hogar durante cuatro meses. En 2013, Sierra Sastre participó de una misión simulada en Marte del programa HI-SEAS, financiado por la NASA.
Dra. Sian Proctor

Cuando Yajaira Sierra Sastre regresó a casa, podía oler hasta las piedras en el suelo. El olor de la piña fresca era más fuerte que nunca y los autos en la calle hacían demasiado ruido. Era 2013, y atrás quedaba el silencio y la monotonía de su pequeño “refugio” marciano montado en la cima del volcán hawaiano Mauna Loa.

Después de cuatro meses de convivir con solo cinco personas en un único espacio aislado, la científica de la NASA culminaba su misión simulada a Marte en el marco del programa HI-SEAS financiado por la agencia. Siete años más tarde, cuando comenzaban las restricciones por la pandemia de COVID-19, Sierra Sastre pudo reconocer varias similitudes con su asilamiento y confinamiento “marciano”.

Ahora, con las tasas de vacunación globales en aumento, la reciente aprobación en Estados Unidos de vacunas para niños a partir de los cinco años de edad, y la lenta reapertura de diferentes países, Sierra Sastre vive otro déjà vu. Hay diferencias importantes entre la experiencia de volver a casa después de un viaje a Marte (real o simulado) y el regreso paulatino a la normalidad durante una crisis global que sigue cobrando miles de vidas en todo el mundo. Pero existen varios puntos en común.

En primer lugar, la transición inevitable: resurgir de un prolongado ambiente de aislamiento y mínimo contacto con el mundo exterior.

“Durante la misión yo me hacía la pregunta de cuán difícil iba a ser ajustarme a la realidad de la Tierra luego de que saliera del hábitat”, dice Sierra Sastre, “pero es increíble cuán fácilmente podemos adaptarnos”.

Prepararse para reentrar

Sierra Sastre no estaba sola en su preocupación por adaptarse. La NASA ha identificado al aislamiento y el confinamiento como uno de los cinco peligros principales a los que se enfrentan los astronautas en el espacio. A través del Programa de Investigación Humana (HRP, por sus siglas en inglés) la agencia investiga sus efectos sobre el comportamiento, las habilidades cognitivas y el humor, que a su vez pueden afectar el rendimiento durante las misiones.

El interés por investigar las consecuencias a largo plazo que podrían surgir tras el regreso ha cobrado un nuevo impulso ahora que las misiones tripuladas de larga duración están a la vuelta de la esquina: primero a la Luna, con el programa Artemis en 2024, y luego a Marte.

Hoy, la agencia prepara a los astronautas que viajan a la Estación Espacial Internacional para lidiar con el aislamiento durante las misiones de varios meses; también los apoya durante la transición a la vida en tierra firme. Es que el espacio (y, más adelante, vivir en otro planeta), puede dejar huellas.

El hábitat marciano es un domo geodésico de 11 metros de diámetro, rodeado de roca volcánica. En el primer nivel están las salas comunes: cocina, comedor, oficinas, laboratorio, y área para ejercitarse. En el segundo piso, los baños y los cuartos individuales. “Entrabas, extendía los brazos y ese era el ancho de tu habitación”, describe Sierra-Sastre. Créditos: Angelo Vermeulen
Sierra Saste mira a través de la ventana del hábitat marcianoun domo geodésico de 11 metros de diámetro, rodeado de roca volcánica. En el primer nivel están las salas comunes: cocina, comedor, oficinas, laboratorio, y área para ejercitarse. En el segundo piso, los baños y los cuartos individuales. “Entrabas, extendía los brazos y ese era el ancho de tu habitación”, describe Sierra Sastre.
Angelo Vermeulen

El objetivo es entender esas consecuencias y desarrollar herramientas para mitigarlas, y asegurar que los astronautas puedan lograr sus metas de forma segura, explica Carmen Pulido, psicóloga clínica que hasta agosto de 2021 trabajó con el Programa de Salud Conductual del HRP de la NASA.

La agencia también brinda apoyo a las familias de los astronautas de la estación espacial, que también atravesarán un cambio. “Cuando ignoramos el hecho de que tenemos que reintegrarnos, es cuando surgen muchos problemas”, dice la psicóloga, que trabajaba con exastronautas de la agencia.

Lecciones para el retorno

Reconocer que habrá un reajuste. Volver a la vida de antes no es como prender un interruptor. Parte del apoyo que reciben los astronautas y sus familias es para entender esto, dice Pulido: “que aunque ambas partes realmente esperaban con ansias esta reintegración, no es muy fácil para una persona de la noche al día cambiar todo lo que han estado haciendo durante el último año”.

El proceso puede generar sentimientos encontrados, incluso para los extrovertidos. “Esa reintegración tiene dos caras”, explica la psicóloga, que recomienda tener expectativas realistas de cómo será ese regreso.

Para los astronautas, el reajuste es hasta físico; el cuerpo tiene que volver a acostumbrarse a vivir en la gravedad terrestre, a dormir en una cama normal; a tomar pequeñas decisiones, como qué cenar.

En esta foto del 9 de julio de 2012, el astronauta de la NASA Joe Acabá, quien fue ingeniero de vuelo de la Expedición 32 a bordo de la Estación Espacial Internacional, trabaja con equipo de actividad extravehicular. Créditos: NASA
En esta foto del 9 de julio de 2012, el astronauta de la NASA Joe Acabá, quien fue ingeniero de vuelo de la Expedición 32 a bordo de la Estación Espacial Internacional, trabaja con equipo de actividad extravehicular.
NASA

La experiencia es personal. Cada astronauta tiene una experiencia diferente cuando regresa a la Tierra. “Creo que eso es como cualquier cosa en la vida: cuando hay un cambio, habrá algunas luchas y cosas en las que tendrás que trabajar, y eso está bien”, dice el astronauta Joseph “Joe” Acabá, que ha vivido en la Estación Espacial Internacional en dos ocasiones por un total de nueve meses. “Cuando regresé, fue necesario un poco de ajuste para acostumbrarse a las personas que te rodean físicamente, para ir al trabajo”, comenta.

Antes de convertirse en astronauta, Acabá fue parte del Cuerpo de Paz de Estados Unidos en República Dominicana. Cuenta que al volver de trabajar en una comunidad muy pequeña durante un par de años fue “abrumador estar rodeado de personas”, ya fuera en el aeropuerto o en el supermercado. Ese reajuste “es una sensación muy normal, ya sea que vengas del espacio, que vengas de una comunidad más pequeña o que estés confinado en tu casa”, dice el astronauta.

El astronauta Joe Acabá trabaja dentro de la cúpula mientras la estación espacial orbita sobre el océano Índico cerca de Australia, en esta imagen del 17 de septiembre de 2017. Acabá ha estado dos veces a bordo de estación espacial. Créditos: NASA
El astronauta Joe Acabá trabaja dentro de la cúpula mientras la estación espacial orbita sobre el océano Índico cerca de Australia, en esta imagen del 17 de septiembre de 2017. Acabá ha estado dos veces a bordo de estación espacial.
NASA

Aunque a Sierra Sastre le agobió el ritmo rápido de la vida urbana, no experimentó ansiedad social al regresar del aislamiento. Pero en el contexto pandémico, la transición será colectiva, y “hay que tener en consideración que hay personas que tal vez experimenten este desafío”, dice la científica.

La importancia de la comunicación. Antes de ir al espacio, Acabá participó en dos misiones análogas, una de ellas submarina y otra en cuevas. Dice que se sintió más aislado durante esas misiones, que duraban solo unos días, que en la estación. Para él, la diferencia fue poder comunicarse con el equipo en tierra y con sus seres queridos. Eso, y poder seguir al mundo exterior. Por eso, “la pandemia para mí se pareció más a estar en la estación espacial, donde puedo mirar por la ventana, puedo ver a mis vecinos caminando por la calle, puedo tener esta videoconferencia contigo”, dice el astronauta.

Durante misiones mucho más largas y lejanas habrá un retraso en la comunicación debido a la distancia con la Tierra. En las misiones análogas se intenta replicar esta limitación. La más reciente comenzó el 1 de octubre en el Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston, Texas. Durante 45 días, cuatro voluntarios vivirán y trabajarán encerrados dentro de un pequeño hábitat llamado HERA, las siglas en inglés para Análogo de Investigación para la Exploración Humana.

Simularán una misión a Phobos, una luna marciana, para ayudar a la NASA a estudiar cómo los miembros de la tripulación se adaptan al aislamiento, confinamiento y condiciones remotas en escenarios de exploración.

La tripulación para la actual misión HERA de la NASA de pie frente al hábitat en donde vivirán y trabajarán durante 45 días para ayudar a la agencia a estudiar los efectos del aislamiento, el confinamiento y las condiciones remotas durante la exploración. De izquierda a derecha: Lauren Cornell, Monique García, Christopher Roberts y Madelyne Willis. Créditos: NASA
La tripulación para la actual misión HERA de la NASA de pie frente al hábitat en donde vivirán y trabajarán durante 45 días para ayudar a la agencia a estudiar los efectos del aislamiento, el confinamiento y las condiciones remotas durante la exploración. De izquierda a derecha: Lauren Cornell, Monique García, Christopher Roberts y Madelyne Willis.
NASA

Durante cuatro meses, Sierra Sastre solo interactuó con su tripulación, los mensajes con el exterior eran por escrito y con retraso. La comunicación con su equipo fue vital: “Tuvimos que crear una microcomunidad” para asegurar una buena dinámica, ya que las condiciones de aislamiento y confinamiento pueden amplificar conflictos, cuenta.

Romper los hábitos viejos, rápido. En el espacio o en la Tierra, los hábitos son muy útiles: ayudan a pensar menos, automatizan el comportamiento, explica Pulido. Durante un año y medio de pandemia muchas personas han adquirido al menos un par: ponerse el tapabocas, guardar distancia física. Y aunque nos emocione la idea de dejar de usar mascarillas, “hay una sensación de incomodidad”, dice Pulido.

La psicóloga anticipa que habrá personas que preferirán esperar antes de dejar de usar tapabocas o sentirse seguras con gente que no use uno, y que es entendible. Pero el problema con esperar más tiempo para cambiar algo es que los comportamientos antiguos se refuerzan. “Entonces creo que tendremos que ser más conscientes e intencionales al hacer esos cambios lo antes posible”, dice.

Joe Acabá firma el costado de su nave espacial Soyuz TMA-04M poco después de aterrizar con sus compañeros de tripulación en un área remota cerca de la ciudad de Arkalyk, Kazajstán, el 17 de septiembre de 2012 luego de cinco meses a bordo de la estación espacial. Créditos: NASA / Carla Cioffi
Joe Acabá firma el costado de su nave espacial Soyuz TMA-04M poco después de aterrizar con sus compañeros de tripulación en un área remota cerca de la ciudad de Arkalyk, Kazajstán, el 17 de septiembre de 2012, luego de cinco meses a bordo de la estación espacial.
NASA / Carla Cioffi

Cuando Sierra Sastre pudo reencontrarse con su madre, quien vive en Puerto Rico y a la cual no veía en persona desde el comienzo de la pandemia, le preguntó: “¿Te puedo abrazar?”. Pedirle permiso para darle un abrazo no es algo que hiciera antes de la era COVID-19. Dice que será interesante ver cuánto tiempo nos tomará para sentirnos cómodos de regresar a esos hábitos y costumbres, en particular en el contexto de la comunidad latina, en donde el contacto físico es tan importante culturalmente.

Ejercitar las habilidades sociales y tener empatía. Las habilidades sociales son adquiridas y durante el aislamiento prolongado muchas pueden haber caído en desuso. Pulido vuelve al ejemplo de las mascarillas: hemos andado por la calle sin poder vernos las bocas. “Creo que muchos de nosotros también olvidamos cómo sonreír”, comenta. Según la psicóloga, será importante volver a socializar, aunque sea difícil para algunos. Después de todo, dice, devolver la sonrisa es innato a nuestra biología.

“Para algunas de nosotras, siendo latinas muy cercanas a nuestra familia, hay una experiencia seria de privación por lo que sucedió este año y medio”, dice Pulido, que durante todo este tiempo no ha podido visitar a su madre en Tijuana, México. Explica que será importante “simplemente ser amigable, hablar con la gente, tener paciencia, ser amable, mostrar interés en los demás”.

Ser proactivos en iniciar ese contacto con el otro puede ser la llama que encienda el cambio. “Solo se necesita una persona y luego el efecto puede ser exponencial”, dice Pulido y agrega: “Espero que permanezcamos igual o cambiemos para ser mejores, no tiene por qué ser para peor”.

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Durante su misión análoga a Marte, Sierra Sastre recurrió a la cocina y a probar nuevas recetas internacionales para romper con la monotonía.
Angelo Vermeulen

Continuar con la misión. Durante la pandemia, el aislamiento fue parte necesaria de una misión: “Estábamos siguiendo esas guías de distanciamiento social por nuestro sentido de deber y responsabilidad, no solo para protegernos a nosotros, sino también para proteger a la sociedad”, compara Sierra Sastre. Cuenta que de forma similar, durante su viaje análogo todos en su microcomunidad sabían cuál era el rol que tenían que servir para lograr el éxito.

Su exhortación es a no olvidar, una vez que la pandemia llegue a su fin, que también tenemos un rol en este mundo, nuestro macrohábitat. “Vamos a pensar en que estamos viviendo un propósito, una misión más grande que nosotros. Todos somos tripulantes de este planeta. ¿Cómo podemos protegerlo, cómo podemos llevarnos mejor los unos a los otros para mejorar la calidad de vida aquí en la Tierra?”.

Por Noelia González

Centro de Vuelo Espacial Goddard, Greenbelt, Maryland