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Aunque esté a 54,6 millones de kilómetros de la Tierra, Marte es como otro miembro de la familia mexico-peruana de Sarah Yearicks.
“Siempre hablamos sobre qué está pasando en Marte. Mi esposo bromea con que vamos a poner los relojes de la casa en tiempo marciano, porque siempre estoy enfocada en ese planeta”, cuenta acerca de este polvoriento, frío y desértico planeta rocoso, en donde un día dura 24 horas y 39 minutos.
La historia entre la ingeniera en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés) de la NASA, en Pasadena, California, y el planeta rojo empezó en 2015. Yearicks llevó a cabo unas prácticas en JPL con la misión Mars 2020 Perseverance, que busca señales de vida microbiana antigua en Marte.
“Tras terminar mi pasantía, me uní a la NASA como ingeniera de protección planetaria en JPL. Mi rol consistía en detectar niveles de contaminación en el rover Perseverance durante su construcción y mantener esos niveles bajos. Por tanto, he sido parte de la misión desde sus inicios”, explica.
Mantener limpios los rovers y módulos que aterrizan en otros cuerpos del sistema solar es clave: si un microbio de origen terrestre llegara a Marte a bordo de un rover, podría ser confundido con uno marciano, lo que podría darles a los científicos un falso positivo.
Desde junio de 2021, Yearicks tiene otro cargo: ahora, trabaja como ingeniera mecánica para la misión Mars 2020 Perseverance de la NASA, ayudando en la creación de instrumentos para recolectar y transportar muestras marcianas.
Formando parte de misiones históricas
Actualmente, Yearicks se desempeña en la división de adquisición y manejo de muestras planetarias de la NASA.
“Mi función es manejar la fabricación y entrega de materiales que simulan las rocas, la arena y los hielos con diferentes composiciones minerales que se encuentran en superficies como la de Marte. Tras entregarles estos materiales a los ingenieros, ellos crean instrumentos que se integran a los rovers y módulos, como taladros, sacatestigos (barrenos), palas y otros mecanismos, que algún día llegarán a Marte para tomar muestras”, detalla.
El 1 y 7 de septiembre de 2021, Yearicks pudo apreciar el impacto de su trabajo cuando el rover Perseverance recolectó dos muestras de una roca marciana por primera vez en la historia.
“Este ha sido el momento más importante de mi carrera”, manifiesta. “Recolectar las dos muestras señala el inicio de una etapa que resultará en el estudio de estos materiales cuando sean devueltos a la Tierra en el futuro. Es un esfuerzo enorme y una era fascinante para la ciencia”, agrega.
Por sucesos como este que buscan avanzar el conocimiento humano de la Tierra y el cosmos, Yearicks considera su trabajo como una aventura diaria.
“Nunca tengo un día aburrido. Un día, puedo estar comiendo en la cafetería y sentarme junto a un compañero que fue parte de una misión de la NASA de los años 70. Otro día, puedo estar aprendiendo cómo algunas rocas marcianas se comportan al perforarlas. Siempre hay algo nuevo que aprender”, indica.
La ingeniera también ha colaborado en la futura misión Europa Clipper de la NASA, que investigará si Europa, una de las lunas heladas de Júpiter, podría tener condiciones adecuadas para la vida.
El rol de su familia y profesores
“Desde pequeña, escuché y me creí el mito de que las ciencias, ingeniería y matemáticas eran campos muy difíciles. Afortunadamente, tuve profesores y maestros increíbles que me inspiraron, me quitaron el miedo y simplificaron conceptos de la ciencia de una manera tan linda que me hizo querer entender el mundo que me rodeaba”, menciona Yearicks, quien nació y se crió en el norte de Los Ángeles, California.
En la universidad, quiso estudiar medicina, pero descubrió que las agujas, la sangre y los procedimientos médicos no eran lo suyo. Por lo tanto, decidió realizar sus estudios de grado en bioquímica y matemáticas en la Universidad Mount Saint Mary’s, en Brentwood, California.
Lograr graduarse de la universidad y, posteriormente, trabajar en la NASA no hubiera sido posible sin la influencia de sus mentores de por vida: sus padres y abuelos.
“Ellos me otorgaron esa fe en mí. Siempre me hicieron entender que sí tenía la habilidad de superar mis retos y la capacidad de cumplir mis sueños. Si no fuera por mis padres y abuelos, que tienen esa tendencia de luchar y seguir adelante a pesar de las dificultades, no hubiese llegado a la NASA”, afirma.
Durante su infancia, Yearicks no solo quería investigar y conocer el porqué de todo lo que rodeaba. A ella, también la podías encontrar corriendo, nadando y jugando baloncesto y voleibol.
“Como en mi familia somos de Perú y México, en mi hogar había una cultura deportiva, por lo que desde pequeña me gustaba competir y hacer actividades físicas. En la escuela secundaria, comencé a participar en competencias de atletismo, lo que me daba una manera de descansar del cálculo, de la ciencia y la física que estudiaba”, señala.
Para la ingeniera, el atletismo era una forma de recordarse que podía cumplir sus metas si se lo proponía y trabajaba por ellas.
“Me llevó a tener más confianza en mí y a entender que la única persona que me puede detener en mis metas soy yo”, subraya.
Mujeres indígenas en la ciencia
Yearicks cree que desempeñarse como una mujer dentro del campo de las ciencias, ingeniería, tecnología y matemáticas es una gran responsabilidad. Las mujeres, en especial las que tienen raíces indígenas -que son un sector de la población subrepresentado en estos campos- pueden identificarse con ella.
Anima, también, a las niñas a no creer que las mujeres no son buenas en matemáticas o que las ciencias son un campo muy difícil para seguir.
“Tú tienes la capacidad de estudiar, de trabajar fuerte y continuar adelante. No fui la estudiante más fuerte en matemáticas, ni física, ni en ciencia. pero seguí con mi sueño de llegar un día a la NASA, y aquí estoy. Como dice mi abuela: ‘Ponte las pilas y lo puedes hacer’”, destaca.
Para ella, es sustancial enlazarse con su herencia indígena de México y Perú. “Por eso, estoy aprendiendo a hablar el quechua, porque esa es la lengua de mis abuelos y tíos. Es un reto, pero para mí es importante conectarme con mi familia y ancestros. Ha sido muy lindo poder comunicarme con mi abuelo en su idioma materno”, expresa.
“Yamayllaku? Nuqapa Saram shutti. Nuqa NASAchaw uryaa. Kushikullaami. Aywallaa (‘¿Cómo estás? Mi nombre es Sarah. Trabajo en NASA JPL. Estoy contenta. ¡Nos vemos pronto!’)”, así la ingeniera mecánica se dirige al mundo quechua hablante.
Poder comprender esta lengua indígena le permite llegar a una audiencia más amplia y mantener viva la cultura de su familia en su corazón, además de inspirar a más personas.
“Para mis abuelos, es algo chistoso que esté aprendiendo el quechua. Me dicen: ‘¿Por qué no aprendes el francés?’ Pero para mí es necesario seguir estudiándolo para comunicarme con más gente”, comenta. “Si hay un niño que es de la sierra de donde viene mi abuelo y quiere llegar a la NASA, tiene que saber que sí es posible”.
Por Misael Andrés Pagán-Chárriez
Centro de Vuelo Espacial Goddard, Greenbelt, Maryland