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Marla Pérez-Davis, acento en el liderazgo

Crédito: Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA. Productor y editor: Pedro Cota (Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA). Camarógrafo: William Fletcher (Centro de Investigación Glenn de la NASA).

Hace 38 años, la doctora Marla Pérez-Davis pasó por debajo de un puente que ya no existe para llegar a la entrada del Centro de Investigación Glenn de la NASA en Cleveland, Ohio. El azul intenso del cielo y el verde de los árboles del verano boreal le impresionaron. Acababa de mudarse desde Mayagüez, Puerto Rico, y ese era su primer día de trabajo en la agencia. Estaba asustada.

“Estaba muy nerviosa, todo era diferente”, cuenta la puertorriqueña y dice revivir la sensación al evocar ese recuerdo. Pero también se acuerda de la amabilidad de quien fue a recibirla a la entrada para llevarla a un recorrido por el campus y presentarle al equipo. Desde ese día, Pérez-Davis ha ocupado varios puestos de liderazgo clave en Glenn y, desde 2020, es su directora. Ahora es ella quien se encarga de recibir a los nuevos empleados cuando llegan a las puertas del centro.

Glenn cuenta con unos 3 300 empleados (la mitad de ellos federales y la otra contratistas) y con un presupuesto de cerca de 900 millones de dólares. Pérez-Davis es responsable de los proyectos que se asignan al centro para desarrollar tecnología en el área de la aeronáutica y la exploración espacial. Entre sus misiones se encuentra Artemis, el programa de la agencia para llevar a la Luna a la primera mujer y a la primera persona de color en el 2024, en preparación para el próximo paso: enviar astronautas a Marte.

Primero, educación

Pérez-Davis nació en Ponce, Puerto Rico, y a los 10 años de edad se mudó junto a su familia a Adjuntas, un pequeño pueblo al centro oeste de la isla rodeado de montañas. Allí jugó al vóleibol alguna vez, pero no sobraba tiempo para aficiones. Ella y sus dos hermanas tenían que estudiar. “No teníamos muchos recursos, y mi mamá siempre decía que la educación era una manera de progresar. Era importante poderse valer por uno mismo”, cuenta la puertorriqueña. “Ella trabajaba para nuestra educación”.

Mientras estudiara, Pérez-Davis podía elegir la carrera que quisiera. En la secundaria, sus materias favoritas eran matemática y química; un día decidió buscar en la enciclopedia la definición de ingeniería y tomó una decisión: sería ingeniera química. “Te soy sincera, yo no tenía un buen entendimiento de qué era la ingeniería en ese momento”, aclara. Pero le atraía la idea de usar las matemáticas y la ciencia para resolver problemas. Tras su primera clase en la Universidad de Puerto Rico, confirmó que había elegido la carrera correcta.

Marla Pérez-Davis
Pérez-Davis llegó al Centro de Investigación Glenn hace casi cuatro décadas. Desde 2020, es su directora.
NASA

Durante sus estudios, uno de sus profesores y mentor la animó a adentrarse en el mundo de la investigación. Y luego, a escribir su primer póster, un informe de su estudio sobre la planta de bambú como fuente de energía. “Y no me preguntes los detalles porque no me acuerdo; estamos hablando de muchos años atrás, y ha llovido bastante”, dice entre risas. “Pero sí me acuerdo de que yo estaba muy nerviosa porque sabía que me iban a hacer preguntas”.

Pero todo salió bien. Ella no lo sabía entonces, pero esa presentación sería el primer paso de muchos en esa dirección. “En ese momento no tenía la sabiduría para saber que ese momento iba a definir mi carrera”, explica la directora, destacando la importancia de tener mentores que “nos den una mano” por el camino. “Así fue que empezó mi trayectoria profesional y también mi pasión y mi deseo de hacer investigación”, cuenta.

La NASA se presentó como una posibilidad en 1982, durante una feria laboral en la universidad. Pérez-Davis se apuntó para una entrevista con la agencia. Al poco tiempo, tenía una oferta, y al año siguiente cruzaría las puertas del Centro de Investigación Glenn.

Una vez trabajando para la NASA, siguió estudiando: en los años posteriores completó una maestría en ciencias de la Universidad de Toledo y luego un doctorado en ingeniería química en la Universidad Case Western Reserve, ambas en Ohio.

Seguir aprendiendo

Durante los primeros tiempos en Cleveland hubo desafíos. El primero, el idioma. “Yo no hablaba mucho inglés”, cuenta Pérez-Davis, que había estudiado en Puerto Rico pero “no es lo mismo inglés de libro que inglés conversacional”.

Además de las diferencias culturales, el ámbito profesional también presentaba un reto: ser una de las pocas mujeres ingenieras hispanas. “Ibas a otras reuniones y no había casi mujeres. Los primeros años mirabas alrededor tuyo y no había ninguna mujer”, cuenta Pérez-Davis. Eran tiempos diferentes, dice, y aclara que si bien aún no se han cerrado esas brechas, sí ha habido avances en diversidad e inclusión.

Aún así, lo que le sucedía entonces persiste en 2021. “En algunos momentos, en algunos lugares, sientes que no perteneces”, cuenta y agrega: “Algunas personas oyen mi acento y te tratan diferente simplemente porque tienes un acento”.

La puertorriqueña prefiere tratar de vivir sin pensar que la juzgarán por su forma de hablar. “Hay que tomar la responsabilidad de qué vas a hacer. Puedes poner de tu parte para tratar de entender la situación y tratar de mejorarla”, aconseja.

Marla Pérez-Davis en Glenn, 1993
La doctora Marla Pérez-Davis en el Centro de Investigación Glenn de la NASA en Cleveland, Ohio, en 1993.
NASA

La ingeniera afirma que para seguir adelante es necesaria mucha determinación, coraje y dedicación. Pero también acordarse de quien viene detrás. “Creo que la razón por la que he logrado estar donde estoy no es por mí nada más”, señala, “Es por todos los que antes de mí abrieron el camino y me dieron oportunidades; hasta los que me hicieron la vida un poquito difícil”.

Su familia siempre celebró sus logros. “Mi mamá, mi abuela y mi tío fueron pilares en términos de estar seguros de que yo tenía ese sistema de apoyo para estudiar y para lograr mis metas”, cuenta Pérez-Davis.

La vida en Adjuntas siempre era en familia. Y nunca faltaba la conversación. “Mi abuela hablaba muchísimo, siempre estaba dando consejos”, recuerda Pérez-Davis. “Era una persona muy positiva y siempre sonriente”, cuenta. ¡Y cómo cocinaba! La receta predilecta de Pérez-Davis eran sus pasteles (de carne o pollo, con plátano y otras verduras). “Y no creo que nadie en el mundo pueda hacer un arroz con dulce como ella”, dice la puertorriqueña, que ha intentado replicar sin éxito los platos de su abuela.

Vista aérea del Centro Glenn de la NASA
El Centro de Investigación Glenn cuenta con unos 3 300 empleados y un presupuesto de cerca de 900 millones de dólares. Pérez-Davis es responsable de los proyectos que se asignan al centro para desarrollar tecnología en el área de la aeronáutica y la exploración espacial.
NASA

Nadie llega solo

En 1969, Pérez-Davis miró en el televisor en blanco y negro la llegada de la humanidad a la Luna. Hoy, trabaja directamente con las misiones de la NASA para regresar a la Luna y sentar las bases para viajes tripulados al planeta rojo. “Es un honor y creo que no hay palabras para explicar qué significa de verdad, porque no todos tenemos esta oportunidad”, señala. Se siente afortunada de “hacer una diferencia” para las generaciones venideras.

Le entusiasma el impacto que Artemis tendrá no solo en el desarrollo tecnológico y en el conocimiento de nuestro propio planeta y el sistema solar, sino también como inspiración y motivación. “Mucho vamos a escribir en los libros de historia”, dice la directora, pero destaca el brindar a la gente una esperanza que sirva de trampolín para ir más allá.

También recalca la unidad y el trabajo en equipo que inspiran estas misiones. “Mientras más mentes brillantes tengamos trabajando para solucionar problemas que no son sencillos, mejores probabilidades tenemos de lograr nuestros objetivos”, asegura Pérez-Davis. “No creo que nadie llegue solo a ningún lugar”.

Por Noelia González

Centro de Vuelo Espacial Goddard, Greenbelt, Maryland