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Después de analizar los datos recopilados cuando la nave espacial OSIRIS-REx de la NASA recogió una muestra del asteroide Bennu en octubre de 2020, los científicos han descubierto algo sorprendente: la nave espacial se habría hundido en Bennu si no hubiera encendido sus propulsores para retroceder inmediatamente después de extraer el polvo y las piedras de la superficie de este asteroide.
Resulta que las partículas que componen el exterior de Bennu están tan sueltas y poco unidas entre sí que si una persona caminara sobre Bennu sentiría muy poca resistencia, como si pisara una piscina de pelotas de plástico, como las populares áreas de juego para los niños.
“Si Bennu estuviera completamente compactado, implicaría que existe una piedra casi sólida, pero encontramos mucho espacio vacío en la superficie”, dijo Kevin Walsh, miembro del equipo científico de OSIRIS-REx en el Instituto de Investigación del Suroeste, con sede en San Antonio.
Los últimos hallazgos sobre la superficie de Bennu fueron publicados el 7 de julio en un par de artículos en las revistas científicas Science y Science Advances, dirigidas por Dante Lauretta, investigador principal de OSIRIS-REx, quien trabaja en la Universidad de Arizona en Tucson, y Walsh, respectivamente. Estos resultados se suman a la intriga que ha tenido en vilo a los científicos a lo largo de la misión OSIRIS-REx, ya que Bennu ha demostrado ser constantemente impredecible.
El asteroide presentó su primera sorpresa en diciembre de 2018, cuando la nave espacial de la NASA llegó a Bennu. El equipo de OSIRIS-REx encontró una superficie llena de rocas en lugar de la playa lisa y arenosa que habían esperado encontrar, según las observaciones de los telescopios terrestres y espaciales. Los científicos también descubrieron que Bennu estaba escupiendo partículas de rocas al espacio.
“Nuestras expectativas sobre la superficie del asteroide estaban completamente equivocadas”, dijo Lauretta.
El último indicio de que Bennu no era lo que parecía vino después de que la nave espacial OSIRIS-REx recogiera una muestra y transmitiera a la Tierra imágenes impresionantes y cercanas de la superficie del asteroide. “Lo que vimos fue una enorme pared de escombros que se irradiaba desde el sitio de la muestra”, dijo Lauretta. “Nos quedamos como: ‘¡Santo cielo!’”.
Los científicos estaban desconcertados por la abundancia de piedras esparcidas, dada la suavidad con que la nave espacial había sacudido la superficie. Aún más extraño fue que la nave espacial dejó un gran cráter de 8 metros (26 pies) de ancho. “Cada vez que poníamos a prueba el procedimiento de recolección de muestras en el laboratorio, apenas sacábamos un terrón”, dijo Lauretta. El equipo de la misión decidió enviar la nave espacial de vuelta para tomar más fotografías de la superficie de Bennu “para ver el tamaño del desastre que habíamos hecho”, dijo Lauretta.
Los científicos de la misión analizaron el volumen de los escombros visibles en imágenes anteriores y posteriores del sitio de la muestra, apodado “Nightingale”. También examinaron los datos de aceleración recopilados durante el aterrizaje de la nave espacial. Estos datos revelaron que a medida que OSIRIS-REx tocaba el asteroide experimentaba la misma cantidad de resistencia —muy poca— que la que una persona sentiría al apretar el émbolo de una cafetera francesa. “Para cuando encendimos nuestros propulsores para salir de la superficie, todavía estábamos hundiéndonos en el asteroide”, dijo Ron Ballouz, científico de OSIRIS-REx que trabaja en el Laboratorio de Física Aplicada de Johns Hopkins en Laurel, Maryland.
Ballouz y el equipo de investigación realizaron cientos de simulaciones informáticas para deducir la densidad y cohesión de Bennu, basándose en imágenes de naves espaciales e información de su aceleración. Los ingenieros variaron las propiedades de cohesión de la superficie en cada simulación hasta que encontraron la que mejor coincidía con sus datos de la vida real.
Ahora, esta información precisa sobre la superficie de Bennu puede ayudar a los científicos a interpretar mejor las observaciones remotas de otros asteroides, lo que podría ser útil en el diseño de futuras misiones de asteroides y para desarrollar métodos para proteger a la Tierra de colisiones de asteroides.
Es posible que asteroides como Bennu, que apenas se mantienen unidos por la gravedad o la fuerza electrostática, puedan romperse en la atmósfera de la Tierra y, por lo tanto, plantear un tipo de peligro diferente que los asteroides sólidos. “Creo que todavía estamos comenzando a entender lo que son estos cuerpos, porque se comportan de manera muy contraintuitiva”, dijo Patrick Michel, científico de OSIRIS-REx y director de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica en el Observatorio de la Costa Azul en Niza, Francia.
El Centro de Vuelo Espacial Goddard proporciona la gestión general de la misión de OSIRIS-REx, su ingeniería de sistemas y la seguridad y garantía de la misión. Dante Lauretta, de la Universidad de Arizona en Tucson, es el investigador principal. La universidad dirige el equipo científico, la planificación de las observaciones científicas y el procesamiento de datos de la misión. Lockheed Martin Space en Littleton, Colorado, construyó la nave espacial y proporciona las operaciones de vuelo. El centro Goddard y KinetX Aerospace son responsables de la navegación de la nave espacial OSIRIS-REx. OSIRIS-REx es la tercera misión del Programa de Nuevas Fronteras de la NASA, que es administrado por el Centro de Vuelo Espacial Marshall de la NASA en Huntsville, Alabama, para la Dirección de Misiones Científicas de la agencia en Washington.
Por Lonnie Shekhtman
Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, Greenbelt, Maryland
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