El inquieto volcán costarricense sustenta un lago de cráter caliente y extremadamente ácido que tiene similitudes con los ambientes marcianos.
El volcán Poás, uno de los más activos de Costa Rica, se cierne sobre San José, la capital y la ciudad más grande del país. Durante sus períodos de calma, la gente sube por sus laderas y se asoma al cráter de su cumbre, donde hierve un lago caliente, sulfuroso y ácido. Este inquieto estratovolcán ha entrado en erupción decenas de veces en los últimos 200 años, impulsando columnas de ceniza y gases volcánicos que a veces llegan hasta las comunidades cercanas.
El Poás había vuelto a cobrar vida a principios de marzo de 2025, cuando el instrumento Generador operacional de imágenes de tierra (OLI, por sus siglas en inglés) a bordo del satélite Landsat 8 adquirió las imágenes de arriba y abajo. El Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica, Universidad Nacional (OVSICORI-UNA) informó sobre frecuentes erupciones impulsadas por vapor, o freáticas, en su cráter durante los días del 4 al 7 de marzo. Otros datos sugirieron una mayor probabilidad de erupciones peligrosas inminentes, lo que llevó a las autoridades a emitir el tercer nivel más alto (de cuatro) de alerta volcánica.
Las erupciones periódicas continuaron en el Poás desde principios de marzo hasta al menos mediados de mayo, aunque la nubosidad persistente impidió que los sensores de Landsat captaran una imagen clara de la actividad. OVSICORI-UNA observó columnas de vapor, gases volcánicos y, a veces, cenizas que salían disparadas a más de un kilómetro en el aire durante este período eruptivo. Los altos niveles de dióxido de azufre degradaron la calidad del aire en las ciudades y poblaciones cercanas, y la caída de cenizas dañó algunos cultivos de café y pastos, según informes de prensa. El observatorio también detectó un resplandor rojo en el cráter a principios de mayo, que atribuyeron a la combustión de depósitos de azufre.
El cráter activo en la cumbre del Poás contiene la Laguna Caliente, que recibe calor geotérmico. Además de su calidez, el agua del lago es extremadamente ácida, con valores de pH que rondan el cero, y contiene altos niveles de metales pesados. El nivel del lago era bajo en el momento en que se obtuvo la imagen; puede variar según los factores climáticos y las interacciones con el magma que se encuentra debajo. Se observa cómo una zona alrededor del cráter activo está desprovista de vegetación debido a las emisiones de gases ácidos. Otro cráter más antiguo es visible al sur, donde la laguna Botos, de agua dulce, ocupa un cono que entró en erupción por última vez hace unos 7.500 años.
Por más inhóspito que pueda parecer el cráter del Poás, este alberga vida. Los científicos han descubierto que la comunidad microbiana está dominada por el Acidiphilium —una bacteria que prospera en entornos ácidos— en las muestras de agua, los sedimentos y los depósitos de azufre de Laguna Caliente. Se ha descubierto que los genomas de estos microbios codifican diferentes adaptaciones para la supervivencia, incluyendo la resistencia al ácido y al calor, y los mecanismos para hacer frente a la toxicidad de los metales pesados. Además, el lago suele ser bajo en carbono orgánico, pero puede recibir corrientes de nutrientes después de episodios de lluvia. El Acidiphilium puede pasar de fijar el carbono de la atmósfera a consumir azúcares simples cuando las condiciones lo permiten.
Los investigadores están interesados en el entorno del Poás y en cómo alberga vida porque es probable que en Marte existieran entornos volcánicos similares. La actividad volcánica ha ocurrido en ese planeta durante gran parte de su historia, posiblemente mucho más tiempo del que estuvo presente el agua superficial. Más aún, los orbitadores y módulos de aterrizaje de Marte han producido evidencia de sistemas hidrotermales relicto (es decir, originados por procesos que ya no están activos) en todo el planeta, los cuales poseen una química similar a la del cráter del Poás. Por ejemplo, el rover Spirit, uno de los vehículos exploradores de Marte, descubrió lo que se cree que haya sido un ambiente hidrotermal ácido en un sitio llamado Home Plate.
Aunque los científicos continúan obteniendo más información sobre la historia volcánica de Marte, las formas de relieve creadas por el agua que fluyó en ellas han recibido más atención en el pasado. “Cuando observamos los sistemas lacustres o deltaicos de las imágenes orbitales de Marte, inmediatamente establecemos paralelismos con entornos similares de la Tierra”, dijo Rachel Harris, becaria del Programa de Gestión Postdoctoral de la NASA en el Programa de Astrobiología que estudia la microbiología de los extremófilos.
Pero esos paralelismos podrían ser engañosos. En la Tierra, los deltas de los ríos tienden a ser ricos en carbono orgánico porque acumulan material de los ecosistemas que se nutren de la fotosíntesis. Sin embargo, la forma de fotosíntesis que domina la superficie de la Tierra hoy en día, una que produce oxígeno y puede sustentar redes tróficas complejas, no evolucionó hasta hace alrededor de 2.400 a 2.700 millones de años, señaló Harris. Por el contrario, Marte probablemente perdió la habitabilidad estable de su superficie mucho antes, durante una importante transición climática. Es posible que no haya habido suficiente tiempo para que este complejo proceso se haya desarrollado como lo conocemos en Marte, dijo.
Harris y otros expertos argumentan que los entornos volcánicos pueden haber sido buenos candidatos para sustentar la vida en Marte debido a su extensión y longevidad en el planeta rojo. Investigaciones anteriores sugieren que la vida primitiva en la Tierra sobrevivió en entornos hidrotermales y utilizó hierro y azufre. Los científicos consideran concebible que la vida en Marte pudo haber surgido de una manera similar en ambientes calentados volcánicamente, tal vez de manera análoga a la que se encuentra en la cima del Poás.
“Tenemos un sesgo muy centrado en la experiencia humana sobre lo que es un entorno agradable, feliz y templado para crecer y desarrollarse”, dijo Harris. El sistema del volcán Poás puede ser hostil para la mayoría de las formas de vida con las que estamos familiarizados. Pero para un microbio adaptado al ácido, el calor y los metales tóxicos, es el paraíso.
Imágenes del Observatorio de la Tierra de la NASA por Wanmei Liang, utilizando datos de Landsat del Servicio Geológico de Estados Unidos. Foto de Trevor Huxham. Reportaje por Lindsey Doermann.
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