Los datos satelitales de NASA Earth permiten a los investigadores vigilar los hábitats de tres de las especies más emblemáticas de la Tierra.
A medida que crecen las poblaciones humanas, la pérdida del hábitat amenaza a muchas criaturas. El levantamiento cartográfico del hábitat de la vida silvestre mediante satélites es un área de la ecología en rápida expansión, y los satélites de la NASA desempeñan un papel crucial en estos esfuerzos. Tigres, jaguares y elefantes son algunos de los animales vulnerables cuyos hábitats la NASA está ayudando a rastrear desde el espacio.
“Los satélites observan vastas áreas de la superficie de la Tierra en horarios diarios o semanales”, dijo Keith Gaddis, gerente del programa de conservación ecológica en la sede de la NASA en Washington. “Eso ayuda a los científicos a monitorear hábitats que serían logísticamente desafiantes y requerirían mucho tiempo para estudiarlos desde el suelo, lo que es algo crucial para animales como los tigres que se desplazan por grandes territorios”.
Así es como la NASA y sus socios ayudan a proteger tres de las especies más emblemáticas de la Tierra:
Problemas (y esperanza) para los tigres
Los tigres han perdido al menos el 93% de su área de distribución histórica, que alguna vez abarcó Eurasia. Quedan alrededor de 3.700 a 5.500 tigres salvajes, frente a un mínimo estimado de 3.200 en 2010.
En un estudio reciente, los investigadores revisaron más de 500 estudios que contenían datos sobre los tigres y su hábitat en toda Asia. El equipo descubrió que el área donde se sabe que viven estos grandes felinos disminuyó un 11%, de cerca de 1.026.000 kilómetros cuadrados (396.000 millas cuadradas) en 2001 a unos 912.000 kilómetros cuadrados (352.000 millas cuadradas) en 2020.
Bajo la dirección de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en español) y con financiamiento del programa de Conservación Ecológica de la NASA, el equipo de investigadores desarrolló una herramienta que utiliza el motor de exploración Google Earth Engine y las observaciones de NASA Earth para monitorear los cambios en el hábitat de los tigres. El objetivo: asistir en los esfuerzos de conservación en tiempo casi real, utilizando datos del Conjunto de Radiómetros de Imágenes en el Infrarrojo Visible y el Espectrorradiómetro de Imágenes de Resolución Moderada (VIIRS y MODIS, por sus siglas en español, respectivamente) y los satélites Landsat.
Los investigadores cartografiaron grandes extensiones de “bosques vacíos” sin presencia reciente de tigres. Debido a que estas áreas eran un hábitat adecuado y todavía son lo suficientemente grandes como para albergar tigres, son paisajes potenciales para su restauración, suponiendo que haya suficiente alimento. Si los tigres pudieran llegar a esas zonas, ya sea a través de la dispersión natural o la reintroducción activa, esto podría “aumentar la base territorial de los tigres en un 50%”, informaron los científicos.
“Todavía existe mucho más espacio para los tigres en el mundo de lo que pensaban incluso los expertos en tigres”, dijo el autor principal Eric Sanderson, antes ecólogo conservacionista sénior de WCS y ahora vicepresidente de conservación urbana en el Jardín Botánico de Nueva York. “Solo pudimos descubrirlo porque reunimos todos estos datos de la NASA y los integramos con la información obtenida en el terreno”.
Dónde están los jaguares
Los jaguares alguna vez deambularon desde el suroeste de Estados Unidos hasta Argentina. Pero en el último siglo han perdido alrededor del 50% de su área de distribución, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, por sus siglas en inglés). Al igual que los tigres, los jaguares deben lidiar con la caza furtiva y la pérdida de fuentes de alimentos. Los jaguares salvajes suman entre 64.000 y 173.000 ejemplares, y la UICN los ha clasificado como casi amenazados.
En el Gran Chaco, el segundo bosque más grande de América del Sur, los jaguares y otros animales viven en un ecosistema especialmente amenazado. El bosque seco de tierras bajas se extiende desde el norte de Argentina hasta Bolivia, Paraguay y Brasil, y ha sufrido una grave deforestación.